Qué tal, soy Pablo Figueroa, jesuita, es la segunda vez que escribo. En este mes de los Sagrados Corazones de Jesús y María tuve el deseo de compartir memorias en el blog. Tenía pensado escribir al comienzo de mes pero me retrase debido a que la vida tiene sus caminos, en los cuales buscamos encontrar a Dios. Estos caminos me hacen escribir algo distinto a lo que tenía pensado.
Me toco acompañar a unos amigos en una de las realidades más duras y sufridas de la vida, la perdida de su hijo de 16 años. La mamá, Claudia, es directora del colegio del Señor de Mailín (el colegio de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Villa de Mayo, donde yo colaboro sacerdotalmente). El 4 de Junio Matías tuve un sangrado en la parte inferior del cerebro, fue internado de urgencia y murió el 6 de Junio. Celebrando la misa en la casa de la familia de los Papas junto al Padre Jorge, a los familiares y amigos más íntimos, sus papas nos compartían que aunque era muy duro y de mucho dolor la situación que vivían, encontraban, gracias a la fe, el sentimiento de dar gracias por todo el afecto y bondad que Matías había dejado en el corazón de tantos amigos y amigas y de tantas personas que los estaban acompañando. Una fuerte experiencia de dolor en medio del consuelo de la bondad y afecto de la comunidad. Allí se vislumbraba la esperanza del encuentro, Matías se nos había adelantado en el camino y allá nos espera.
Esta experiencia me hizo profundizar mucho el testimonio de la vida de Claudina, poder hallar la bondad de Dios en medio del dolor, trayendo a la memoria experiencias de mucha comunión y gozo. El gustar la bondad de Dios desde la síntesis gozo-dolor de nuestras experiencias de vida que constituyen nuestro corazón es el tesoro buscado en mis encuentros con Claudina en diálogo con los corazones de Jesús y de María.
Esta experiencia vivida con Walter y Claudia (papas de Matías) e Inés (hermana de Matías) me trajo a la memoria un texto de los Hermanos Karamásovi de Dostoyevski que siempre relacione con la pedagogía de Claudina. “Habéis de saber que nada hay más elevado, fuerte y sano, ni más provechoso para el ulterior curso de la vida, que algún buen recuerdo, y especialmente los que arrancan de la infancia, de la casa paterna. Os hablan mucho de vuestra educación; pero un recuerdo así de bello, así de santo, conservado desde la infancia, puede que sea la educación mejor. Quien atesora muchos recuerdos de esa índole es hombre salvado para toda su vida”.
Los recuerdos sobre la infancia y adolescencia de Matías son la esperanza que nos consuela a su familia y amigos, recuerdos llenos de bondad y belleza. Desde esta vivencia pensaba que todos los niños y jóvenes que tienen experiencia de Jesús María se llenan de estos recuerdos de bondad y belleza en su corazón, así me lo manifiesta la experiencia en mis encuentros con exalumnos/as que ya están grandes, los cuales empiezan a recordar vivencias del colegio, campamento, retiros, misiones con mucho cariño y mucho agradecimiento por toda la experiencia de bondad de Dios vivida en Jesús María.
Y pienso que esta es la educación que sembró Claudina, la que perdura para siempre, la que es fuente de esperanza para toda la vida. Esta experiencia de vida que me toco vivir en este mes del Sagrado Corazón me invita, a la luz de la espiritualidad de Claudina, a dejar aflorar todos los bellos y buenos recuerdos de la bondad de Dios en mi corazón, muchos vividos en Jesús María. Que la gracia de Dios nos ayude a sembrar muchos bellos recuerdos de la bondad de Dios en el corazón de muchos niños, niñas y jóvenes.
Les deseo un muy feliz mes de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Con afecto, recordándolos en la celebración de la misa y confiándome a sus oraciones,
Pablo S. J.
p.d. El domingo pasado celebramos los 50 años de mi hermano mayor. Mis sobrinos / as le hicieron un video que nos trajo a la memoria muchos bellos recuerdos. Que Claudina nos ayude a gustar de nuestras familias y también del espíritu familiar de la congregación de Jesús María.