La fuente de una espiritualidad es, la gracia carismática con que el Espíritu reviste a una persona particular de un modo original y creativo. La fuente de nuestra espiritualidad está expresada en las últimas palabras de Santa Claudina: ¡Qué bueno es Dios! Palabras llenas del conocimiento íntimo de la bondad operante de Dios.
Los ejes de nuestra espiritualidad son:
Corazón de Jesús.
Nuestra Madre Fundadora bebió en las fuentes de esta contemplación inagotable el celo ardiente y el dinamismo que dieron origen a la Congregación. “Ellas/ellos (las religiosas y los miembros de la FJM) procurarán prender este fuego en todos los corazones después de haber encendido el suyo en el Corazón Sagrado de Jesucristo” (ENJM 28).
Corazón de María.
Contemplar a María en su fe, en su humildad, en su pobreza, en su obediencia, en su prontitud en el servicio, es dejarle modelar poco a poco nuestro ser de apóstol; conservar y meditar en nuestro corazón, como ella, las “obras” de Dios, para descubrir su amor y su voluntad, es entregarnos a la acción del Espíritu Santo y hacernos disponibles para servir humildemente a Dios y al prójimo” (ENJM, 31).
Eucaristía.
Para Claudina el Corazón de Jesús y la Eucaristía eran la expresión de una sola y misma realidad. En el Corazón de Jesús descubría los sentimientos que quería hacer suyos; en la Eucaristía encontraba la fuerza necesaria para reproducir en su vida las actitudes de Jesús y el valor para soportar las penas y dificultades del trabajo apostólico.
Influencia de San Ignacio.
San Ignacio de Loyola, en los umbrales de la modernidad, puso atención a la acción del Espíritu en su propia vida e hizo del “discernimiento de espíritus” el centro de su pedagogía espiritual; una pedagogía eminentemente laical orientada a “en todo encontrar y hallar” la voluntad de Dios en la vida corriente de quien, como él, decide un día ponerse al servicio de su Señor.
“Para hacer el bien es necesario, ante todo, olvidarse de uno mismo y no buscar más que la Gloria de Dios.”
Corazón de Jesús.
Nuestra Madre Fundadora bebió en las fuentes de esta contemplación inagotable el celo ardiente y el dinamismo que dieron origen a la Congregación. “Ellas/ellos (las religiosas y los miembros de la FJM) procurarán prender este fuego en todos los corazones después de haber encendido el suyo en el Corazón Sagrado de Jesucristo” (ENJM 28).
Corazón de María.
Contemplar a María en su fe, en su humildad, en su pobreza, en su obediencia, en su prontitud en el servicio, es dejarle modelar poco a poco nuestro ser de apóstol; conservar y meditar en nuestro corazón, como ella, las “obras” de Dios, para descubrir su amor y su voluntad, es entregarnos a la acción del Espíritu Santo y hacernos disponibles para servir humildemente a Dios y al prójimo” (ENJM, 31).
Eucaristía.
Para Claudina el Corazón de Jesús y la Eucaristía eran la expresión de una sola y misma realidad. En el Corazón de Jesús descubría los sentimientos que quería hacer suyos; en la Eucaristía encontraba la fuerza necesaria para reproducir en su vida las actitudes de Jesús y el valor para soportar las penas y dificultades del trabajo apostólico.
Influencia de San Ignacio.
San Ignacio de Loyola, en los umbrales de la modernidad, puso atención a la acción del Espíritu en su propia vida e hizo del “discernimiento de espíritus” el centro de su pedagogía espiritual; una pedagogía eminentemente laical orientada a “en todo encontrar y hallar” la voluntad de Dios en la vida corriente de quien, como él, decide un día ponerse al servicio de su Señor.
“Para hacer el bien es necesario, ante todo, olvidarse de uno mismo y no buscar más que la Gloria de Dios.”
Actas de la Asociación